Aquí y ahora

DISTANCIA. A veces no sabemos cómo medirla, a veces como mantenerla, a veces como hacer para que no de miedo. Y de buena estudiante que soy, se definir bien su concepto, su magnitud, se que hasta los átomos de nuestro cuerpo tienen una distancia entre sí, un espacio, por muy imperceptible que sea. Pero nadie te enseña cómo hacer para que la distancia no duela, nadie te explica como es posible que esta palabra genere tristeza, melancolía y una serie de recuerdos que quisieras revivir, y todo eso a la vez. Cuando viajas te alejas de tu casa y por muy grande que sea esta distancia no importa, porque sabes que volverás y lo que te parecerá distante unos días más tarde será aquel destino que visitaste y no la casa en la cual vives desde hace años. Pero la distancia también puede representar tiempo, largo o cortos períodos, más o menos distante del momento actual. Si combinamos ambos factores, el resultado es nuestra vida. Todo tiene una fecha y un lugar, un período de tiempo y unos kilómetros que nos separan de alguien que nos importa: un familiar que solo vemos en las vacaciones, un hijo que te visita los domingos, un marido que vuelve del trabajo o alguien que se espera deseando que algún día te de una sorpresa. Pero, ¿cuál es la mayor diferencia entre estos ejemplos? ¿Es lo mismo saber que todos los domingos vas a poder ver a alguien y esperar que alguien llegue de sorpresa? Piénsalo bien. No a todos le gustan las sorpresas. Y yo soy una de estas. Muchas veces esperar sin tener fecha, sin saber cuántas "horas de distancia" hay entre tu y yo, nos provoca un vacío y una inquietud constante que solo la presencia puede curar. De pequeña quería poder tener el don de la telekinesis, pero sólo ahora comprendo la real necesidad de tal magia: la oportunidad de estar con tus seres queridos, sin importar el tiempo ni las distancias, poder disfrutar de las personas que amas antes de que sea demasiado tarde, antes de que la distancia nos separe para siempre, antes de que la distancia ya no valga nada.