Antes de todo yo
NOMBRES. Todo lo que nos rodea tiene un nombre bien definido que puede cambiar según cada idioma o dialecto. Cada uno de nosotros tiene uno o dos nombres y como si no bastara también uno o dos apellidos. Pero estos no cambian: puedes ir en Japón, Australia o hasta Marte pero por muchos significados que pueda tener tu nombre es el tuyo, y tuyo siempre será. Sin embargo, como siempre hay excepciones… hay quien cambia sexo y decide de cambiarlo o sencillamente quien nace cabezudo y no acepta ni siquiera el nombre asignado por sus padres. Pero estos son casos muy especiales. No, no hay que ir tan lejos. Hoy quiero examinar un nombre común que por defecto sustituye un nombre propio. Aquel nombre que nuestra sociedad está acostumbrada a sustituir cuando nos presentan y ya no somos solteros. La misma palabra que fastidia un montón de relaciones, que altera equilibrios perfectos entre dos personas. Que a veces se quiere poner como sinónimo de fiel o serio pero que a veces acaba siendo exactamente el opuesto. “Hola te presento a mi Novia” y pasan años y sigues sin saber el NOMBRE de aquella chica que por algún tiempo estuvo al lado de mi amigo. Con eso no estoy juzgando a todas aquellas parejas que se aman y son novios, más bien estoy apoyando a todos aquellos que siempre están el uno para el otro, pero que, sin embargo, no se presentan a los demás como novios, sino con sus propios nombres. Se ve hace un millo que yo soy suya... pero antes de todo soy mía. Antes de todos me amo a mi misma, amo a mi nombre. Aquel nombre que me encanta escuchar entre tus labios. Aquel nombre que aquel día dije cuando te conocí. “Encantada. Soy Anna.”
Comentarios
Publicar un comentario